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La plaza de San Francisco se halla situada, según bajamos por la calle carretería, hacia su mediación y a su derecha, justo frente a la calle Mosquera, en otro tiempo llamada Arco de San Francisco.

La plaza nació como consecuencia de la desamortización del convento franciscano de san Luis el Real y en consecuencia, de la división de un solar y reparto de sus edificaciones.

Efectivamente, tras la reconquista de la ciudad por los Reyes Católicos, y a extramuros cruzado el foso que rodeaba la muralla, se dieron tierras a los frailes de san francisco para que en ellas levantaran un convento con sus huertas y compás, ocupando todo el conjunto desde la entrada actual a la plaza hasta las calles de Don Rodrigo y de los Cristos, por un lado, y por otro, desde el final de la calle de los Gigantes hasta la antigua Cárcel, posteriormente prisión de mujeres y hoy Cuartel de la Policía Local.

El convento franciscano fue enriqueciéndose con las aportaciones de la nobleza de la ciudad y con la fundación en él de numerosas Hermandades, lo que determinó una gran afluencia de fieles que obligó a que en 1612, se abriera una puerta en la muralla frente al convento a la que se llamó Arco o Puerta de san Francisco y origen de la calle Mosquera.

En 1836, el convento franciscano fue incluido dentro de los bienes nacionales, como consecuencia de la Ley desamortizadora de Mendizábal, cediéndose al Gobierno político de la provincia que lo sacó a pública subasta, quedando adjudicado finalmente por 70.000 reales a Don Antonio María Álvarez, el cual, a partir de 1841 será quien de a la plaza la fisonomía que hoy relativamente tiene.

En aquel viejo convento franciscano nacieron cofradías tales como la de Nuestro Padre Jesús de Azotes y Columna, la de Ntro. Padre Jesús de la columna, la de Nuestra señora de la Concepción, la de la Santa Vera-Cruz, la del santo Cristo de la humildad y Paciencia, la de Jesús Nazareno llamado el Pobre, la de la Pura y Limpia Concepción de nuestra señora, la de Jesús Nazareno "El Rico", la de la hermandad de San Juan Evangelista y la hermandad del Santo Sudario, cofradías todas ellas que, nos dan por su número, una idea de la importancia de la Iglesia de san Luis el Real y de la buena acogida que debieron dispensar los frailes franciscanos.

Desgraciadamente, la desamortización de 1836 acabó no ya sólo con aquel bastísimo conjunto que fue el convento franciscano que originó el crecimiento de la ciudad por aquellos arrabales nacidos a su amparo a extramuros, sino también con la mayoría de la hermandades instaladas en su recinto sacro, pues sólo unas pocas sobrevivieron al trasladarse a otras iglesias.

Del conjunto de edificaciones nacidos a mediados del XIX y que conforman físicamente la distribución actual de la plaza, destacamos, lo que fue durante muchos años el Colegio de San Pedro y San Rafael, hasta los primeros años setenta del pasado siglo, pues será en este edificio y en su inmediato hasta alcanzar la estrechísima calle de Eduardo Ocón, donde la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Puente del Cedrón y María Santísima de la Paloma, levantó en el año 1995, su Capilla y Casa de Hermandad, recobrando así, aunque sólo sea de manera simbólica, este espacio de rancio sabor cofrade y cargado de historia religiosa de la ciudad, e incorporándolo a los núcleos relacionados con nuestra Semana Santa.